Hay lugares que nos permiten ver la acción de la mano del hombre por medio de su paisaje, al mismo tiempo que nos muestra vestigios de un pasado con mucha historia detrás. En Galicia, los primeros restos de trabajos siderúrgicos son de la época romana. La búsqueda de oro fue lo que propició que se detectaran importantes yacimientos de hierro en la zona de este de la actual provincia de Lugo.
Ya el siglo XX, la extracción de hierro en la zona volvió a un primer plano, debido a la entrada de capital extranjero que promovió la reapertura de las minas para aprovechar las reservas gallegas de mineral. Así y todo, desde los años 1960, todas estas minas se encuentran fuera de funcionamiento, incluso abandonadas.
Las primeras explotaciones de hierro
Según las últimas investigaciones arqueológicas, la presencia de restos de hierro en Galicia no va más allá de la segunda mitad del siglo VII a.C En la provincia de Lugo. Los primeros trabajos siderúrgicos son de época romana, y, en particular, se hicieron con el fin de disponer hierro para fabricar las herramientas que se necesitaban en las vecinas explotaciones de oro de El Bierzo (León) y O Courel (Lugo).
Durante siglos, la explotación de hierro fue uno de los principales motores económicos de esta zona. Las primeras y arcaicas ferrerías romanas darían paso, ya durante la Edad Media, a una industria artesanal que por casi seis siglos, aprovechó la energía hidráulica generada por los ríos y riegos cercanos.
Las minas de hierro eran explotaciones que se hacían a cielo abierto, en las que se trabajaba excavando donde mejor resultado se obtenía. Había también pequeñas galerías, de pocos metros de profundidad, que iban siguiendo la vena mineral. El hierro extraído se bajaba de las montañas en carros o bien a lomos de burros y mulas. En algunas zonas incluso la unidad de peso para el mineral extraído era el ‘quintal macho’, equivalente a la carga que podía llevar un burro, que era de aproximadamente de 90 kilos.
Las fundiciones gallegas pasaron por un proceso de modernización durante el siglo XVI gracias a la llegada a Galicia de herreros vascos, atraídos por la abundancia de materias primas necesarias para su oficio: mineral de hierro, madera para carbón vegetal y agua. Estas empresas dependían, en su mayoría, de órdenes religiosas, como la de Samos, o de la nobleza local. Incluso había herrerías de uso comunitario en las que los beneficiarios se alternaban para usarlas.
En el s. XVIII, las numerosas explotaciones de hierro gallegas producían alrededor de 2.000 toneladas, a pesar de la falta de medios de transporte adecuados. La elevada cantidad de fósforo presente en los depósitos de hierro lucenses restaba valor a este mineral, por lo que tampoco se invertía en la mejora de las infraestructuras para favorecer su explotación.
Esto ocasionaba frecuentes paralizaciones de las forjas por falta de materias primas, e impidió un desarrollo verdaderamente industrial de la siderurgia en Galicia. Sin embargo, en 1879 tuvo lugar un hecho que beneficiaría la explotación de estos depósitos: el descubrimiento del proceso de desfosforación del mineral de hierro en hornos de calcinación. Con este nuevo método se eliminaba el exceso de fósforo y además se producían escorias aptas para su uso como fertilizantes.
Las minas de A Pontenova
La nueva técnica minera provocó un aumento en la cotización del mineral fosfórico en Europa, lo que propició la entrada en producción en 1895 de un conjunto de minas de hierro fosfórico en Vilaoudriz, A Pontenova (Lugo). Este verdadero parque industrial contaba con minas, altos hornos para el beneficio del mineral, una central eléctrica, un tranvía aéreo y diversas naves con maquinaria
Uno de los mayores problemas a resolver para favorecer el desarrollo de esta explotación minera era el transporte de materias primas hacia algún puerto desde el que se les pudiese dar salida. Así, para salvar los 34 kilómetros que separan Vilaoudriz del puerto más cercano, el de Ribadeo, se decidió construir un ferrocarril de vía estrecha.
Las obras de construcción del ferrocarril comenzaron en 1902, y fue necesario excavar 13 túneles, construir cuatro puentes metálicos, dos puentes de cimentación y un cargadero metálico en el puerto. La línea de ferrocarril, de más de 33 kilómetros, inició su actividad en 1903. Desde allí se exportaba mineral a Alemania, Inglaterra, Francia y Bélgica, principalmente. Por esas fechas, Lugo llegó a ser la quinta provincia productora de hierro en España gracias a las explotaciones mineras de Vilaoudriz, Viveiro y Monforte; y existían otros muchos yacimientos en esta provincia que no llegaron a ser explotados por falta de comunicación que permitiese dar salida a sus productos.
El estallido de la Primera Guerra Mundial generó graves problemas en los mercados europeos del hierro, y dificultades en la navegación internacional, lo que ocasionó la práctica paralización de las actividades mineras en Vilaoudriz. Se reactivaron poco a poco en los años posteriores, pero nunca se alcanza la producción de los años pre bélicos por varios motivos: la reutilización de la chatarra de la guerra como materia prima, o la aparición de nuevos países exportadores de hierro en el mercado internacional. La Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial no beneficiaron a la actividad extractiva y, aunque la sociedad estuvo en activo hasta los años 1990, nunca tuvo la relevancia de principios del siglo XX.
Minas de hierro de Viveiro
Casi al mismo tiempo, en 1899, una sociedad alemana (The Vivero Iron Ore), comenzó a extraer mineral de hierro en los montes montes Silvarosa y Choupin, en Vivero (Lugo). La empresa construyó en lo alto de A Silvarosa, en 1906, una barriada minera que tenía treinta hogares un pequeño hospital, un almacén de comestibles, una capilla y un local para escuela con jardín. El transporte del mineral se realizaba por medio de un sistema de vagonetas transportadas por cable suspendido, por el que bajaban hasta el cargadero del borde del mar en Viveiro. Al igual que la explotación de Vilaoudriz, entró en decandencia en la Primera Guerra Mundial y su actividad no volvió a ser relevante.
Las minas de hierro de Monforte
Hay otra historia de la misma época sobre minas de hierro en Galicia. Arranca en 1913 en Freixo, Monforte de Lemos (Lugo). Emigrantes de la zona establecidos en Argentina crean la Compañía Minera de Galicia para explotar el yacimiento. Pero la empresa no funcionó como se esperaba, por lo que once años más tarde fue adquirida por empresarios alemanes. Estos crearon en Madrid la empresa Minerales de Hierro de Galicia, presidida por Friedrich Wilhem Closs, alemán asentado en Monforte en los años veinte y que había impulsado las minas de A Silvarosa previamente. Era conocido en Galicia como Don Federico Guillermo.
Closs, junto con otros técnicos alemanes, dirigió con gran eficacia las labores mineras que permitieron suministrar hierro y wolframio al Tercer Reich para emplearlo en la industria bélica de antes de la Segunda Guerra Mundial. El mineral se transportaba en tren hasta Vigo, y allí se exportaba por mar hacia Alemania. El primer cargamento se hace en 1926. El cargadero de Vigo, por su carácter de empresa alemana, también opero con mineral de wolframio de Ourense y Lugo, así como otros minerales de minas de León.
Don Federico Guillermo, al igual que muchos de sus compatriotas asentados en Galicia, se vió influenciado por la mentalidad nazi. Incluso llegó a ser nombrado vicecónsul en Monforte. Debido a esto, y por la llegada de más agentes alemanes atraídos por la riqueza de hierro y wolframio que tenían las tierras gallegas, se crea un entramado de industrias que beneficiaran al Tercer Reich. En 1940 se crea el holding Sofindus (Sociedad Financiera Industrial) cuya función principal era la de controlar la extracción y transporte de esos dos metales.
El yacimiento de Freixo funcionó a pleno rendimiento hasta 1931. En esa época, la mina contaba con aproximadamente unos 300 trabajadores, pero las revoluciones sindicales debidas a las condiciones de trabajo precarias y el bajo salario de los obreros, desataron las protestas en contra de la gerencia, que no claudicó ante las demandas de los trabajadores. De este modo, los mineros iniciaron en agosto de 1931 una huelga que se mantuvo durante dos años. La producción minera de hierro se pausó hasta que en 1948 una nueva firma la reabre, para cerrarla definitivamente en 1959.
En la actualidad, todo lo que queda de las explotaciones de hierro en la zona de la provincia de Lugo son un conjunto de construcciones ruinosas y varios kilómetros de galerías abandonadas. Ahora, se propone la recuperación, rehabilitación y reconstrucción de este patrimonio industrial gallego, así como su difusión y promoción. Es una parte de la historia de Galicia, protagonizada por cientos de mineros que trabajaron en las entrañas de las tierras gallegas que en estos momentos languidece en la ruina y el olvido.