El cobre se ha convertido en uno de los pilares de la transición energética global. Gracias a sus excepcionales propiedades físicas y químicas, como la alta conductividad eléctrica, la resistencia a la corrosión o la maleabilidad, este metal es imprescindible en la mayoría de las tecnologías limpias. Desde los parques eólicos hasta los paneles solares, pasando por la movilidad eléctrica y la infraestructura de redes inteligentes, el cobre es un recurso insustituible para lograr la descarbonización de la economía y avanzar hacia un modelo energético sostenible.

Mineral de cobre. Imaxe: Onlyfabrizio vía Canva
Pero el papel del cobre no se limita únicamente a la transmisión de electricidad: su uso es fundamental en todos los eslabones de la cadena energética. Por ejemplo, un aerogenerador terrestre de 3 MW puede contener hasta 4,7 toneladas de cobre, mientras que una planta fotovoltaica de tamaño medio precisa varios cientos de kilogramos por MW instalado.
La movilidad eléctrica es otro gran motor de demanda. Cada vehículo eléctrico contiene, de media, entre 80 y 90 kilogramos de cobre. Además, la necesidad de infraestructuras de recarga, almacenamiento de energía y redes de distribución inteligentes incrementa exponencialmente el consumo global de este metal. De hecho, la expansión de las renovables y la electrificación de la economía han situado al cobre en el centro de las estrategias industriales y energéticas a escala mundial.
Magnitud del reto: proyecciones y cifras clave
El crecimiento de la demanda de cobre es una de las tendencias más destacadas de la transición energética. En 2023, el consumo mundial de cobre refinado superó las 26 millones de toneladas. Las proyecciones para 2040, en escenarios de descarbonización acelerada como el Net Zero Emissions Scenario de la Agencia Internacional de la Energía (IEA), apuntan a que la demanda podría aumentar entre un 40% y un 60% respecto a los niveles actuales.
El Banco Mundial y la International Copper Association coinciden en que la presión sobre el mercado del cobre será especialmente intensa en la próxima década. La electrificación del transporte, la expansión de las redes y el almacenamiento estacionario son factores que, además, elevan la exigencia de cobre de alta pureza, más difícil de obtener y refinar.
¿Hay suficiente cobre? Oferta, reciclaje y vulnerabilidades
A pesar de que las reservas mundiales identificadas de cobre son considerables -se estiman en torno a 880 millones de toneladas- el ritmo de descubrimiento de nuevos yacimientos y su puesta en explotación no siempre acompaña el crecimiento de la demanda. Además, la producción minera está altamente concentrada en unos pocos países: Chile y Perú aportan más del 40% de la producción global, mientras que el refinado se concentra principalmente en China, generando riesgos de dependencia y volatilidad.
Otra cuestión relevante es el reciclaje. Actualmente, cerca del 35% del cobre consumido a nivel mundial proviene de materiales reciclados, principalmente chatarra industrial y residuos electrónicos. El cobre es, en teoría, infinitamente reciclable sin perder propiedades, lo que convierte la circularidad en una estrategia prioritaria para reducir la presión sobre los recursos primarios y mitigar el impacto ambiental de la minería.
En España, el reciclaje de cobre ha ido en aumento, impulsado por la directiva de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE) y los objetivos de economía circular de la Unión Europea. Sin embargo, el margen de mejora sigue siendo amplio, especialmente en la valorización de chatarra y la recuperación eficiente de cobre en procesos industriales.

Cable de cobre. Imaxe: FactoryTh vía GettyImages
Políticas públicas y planificación estratégica
El reto de garantizar un suministro seguro, responsable y sostenible de cobre ha llevado a los gobiernos y organismos internacionales a diseñar nuevas estrategias. En la Unión Europea, el cobre figura entre las materias primas consideradas “estratégicas” en la Critical Raw Materials Act, lo que implica el impulso de la investigación, la diversificación de proveedores y el fomento del reciclaje.
En España, la Hoja de Ruta para la Gestión Sostenible de las Materias Primas Minerales establece líneas de acción específicas:
- Promoción de la exploración y explotación responsable
- Refuerzo de la cadena de valor industrial
- Apoyo a la innovación tecnológica
- Estímulo a la economía circular
Galicia, con una tradición minera consolidada y un potencial geológico relevante, puede desempeñar un papel destacado si orienta su política minera hacia estos objetivos.
Galicia: perspectivas y recomendaciones
A nivel regional, Galicia cuenta con antecedentes históricos de minería de cobre. Aunque hoy la producción es limitada, el potencial de nuevos yacimientos, la existencia de infraestructura industrial y la experiencia en gestión minera sostenible sitúan a la comunidad en una posición estratégica para el futuro.
Para maximizar el papel de Galicia en la transición energética, se recomiendan las siguientes líneas de actuación:
- Impulsar la investigación geológica aplicada y la cartografía mineral, con especial atención a la identificación de depósitos de cobre en condiciones de viabilidad económica y ambiental.
- Desarrollar políticas de incentivo al reciclaje y la economía circular, favoreciendo la recogida y valorización de chatarra de cobre y la implantación de procesos industriales eficientes.
- Vincular proyectos mineros y metalúrgicos con generación renovable local, de modo que la extracción y el procesado de cobre se realicen con la menor huella de carbono posible.
- Fomentar la colaboración público-privada entre administraciones, empresas y centros tecnológicos, asegurando la transferencia de conocimiento y la innovación continua.
El cobre no es solo un insumo: es una auténtica palanca estratégica de la transición energética. Su gestión responsable, basada en la sostenibilidad, la circularidad y la innovación, es imprescindible para que las energías renovables sean limpias tanto en su uso como en su origen.
Planificar la extracción, el refinado y el reciclaje del cobre con criterios ambientales y sociales permitirá a regiones como Galicia y a todo el sector minero español asegurar su competitividad, reducir su dependencia exterior y avanzar hacia un futuro energético seguro y sostenible.


