La Catedral de Santiago de Compostela está edificada y labrada en los mismos materiales que se han formado a lo largo de millones de años en nuestros suelos: los minerales y rocas de Galicia. En la construcción de su estructura se emplearon granito, mármol, alabastro y caliza. Para las singulares cubiertas escalonadas, granito, que se complementa en algunas zonas con teja cerámica. Todo ello unido con mortero de cal, arena y agua. Cuando se inició la construcción del monumento más representativo de nuestra tierra, hace casi mil años, los arquitectos sabían que la variedad y accesibilidad de los recursos mineros gallegos permitirían una obra de arte que perduraría siglos.
El Pórtico de la Gloria, que se ha redescubierto en 2018 gracias al Programa Catedral de Santiago, promovido por la Fundación Catedral y la Fundación Barrié, es aún más rico en minerales de Galicia que el resto de la estructura.
La calidad del granito de grano fino y el mármol permitieron el despliegue del talento de los artesanos al cincelar detalles y matices inimaginables. Pero también los artistas que pintaron en tres épocas distintas la entrada principal de la Catedral de Santiago usaron pigmentos minerales.
Productos como el carbonato de plomo, sulfuro de mercurio, resinato de cobre, carbonato de cobre y carbón dieron vida a la piedra gris con vivos colores rojos, profundos verdes, brillantes azules, vibrantes negros y alegres colores claros. Coberturas de láminas finas de oro y de plata aportaron luz y reflejos a un conjunto espectacular. Estos mismos productos mineros han sido usados por los científicos del equipo de restauración durante su trabajo.
Granito de canteras locales
Distintos estudios científicos recientes han permitido precisar que el granito de grano grueso de los arcos y paredes de la Catedral, el material más resistente y basto, es procedente de minas a cielo abierto de las parroquias compostelanas de Conxo y Vidán. Mientras que el más delicado, el granito de grano fino que permite el exquisito labrado del Pórtico de la Gloria, procede de canteras de Vrins y Eirapedriña, en el vecino municipio de Ames.
Sin duda, parte de los minerales de los pigmentos procedían de minas gallegas, al igual que la arcilla de las primeras tejas cerámicas de las cubiertas. Podemos asegurar, pues, que sin la minería de Galicia la obra de arte que conforma el conjunto catedralicio no existiría.
También hay referencias en el Códice Calixtino a que los peregrinos medievales, a su paso por la cantera de Os Cotelos, en Triacastela, recogían una piedra de cal que transportaban entre sus pertenencias hasta Castañeda, en el municipio de Arzúa, donde unos hornos abastecían las obras de la Catedral.
Y estos caminantes, como todos los que se dirigían a Compostela por los diferentes recorridos, pudieron aliviar su cansancio gracias a otro importante recurso minero: las fuentes termales, con aguas mineromedicinales que han dado fama a Galicia a lo largo de los siglos.
Galicia, minera desde la prehistoria
Desde el inicio de los tiempos, los habitantes de Galicia han empleado productos mineros para sus herramientas, sus construcciones y para expresar sus inquietudes artísticas. El granito, la arena, la pizarra, la arcilla y todo tipo de rocas y minerales han sido extraídas de canteras y minas con los métodos disponibles en cada época. Una de las características que tienen en común las hachas del neolítico, el Pórtico de la Gloria y los teléfonos móviles de nuestros bolsillos es que están elaborados por la mano del hombre con los minerales extraídos de la tierra.
La extracción de minerales y rocas de minas y canteras, así como el aprovechamiento de las aguas minerales para su uso en balnearios y como bebida, ha existido siempre en Galicia. Todo ello forma parte de su patrimonio social y cultural. El ejemplo de la Catedral y su Pórtico marcaron el arte y la arquitectura de Galicia desde ese momento. Y no serían posibles sin la minería. Estas canteras próximas a Santiago y otras más lejanas son el germen de la industria extractiva de Galicia, que en 2016 logró unas exportaciones de 250 millones de euros, que supone un 0,7% del PIB y que da empleo de calidad de forma directa a 11.200 gallegos.
Contenido originalmente publicado en ‘El Correo Gallego’ el 08/09/2018