En la fábrica de O Cervo (Lugo) se producen desde hace siglos las emblemáticas piezas de cerámica de Sargadelos, vajillas y piezas decorativas en blanco con detalles en azul que son reconocibles en gran parte del globo.
Pero Sargadelos no es solo una cerámica, este nombre esconde también los inicios de la industrialización de Galicia. Y es que en su fábrica se haya el primer alto horno privado de España, impulsado por Antonio Raimundo Ibáñez, un hombre de la Ilustración más conocido como Marqués de Sargadelos.
Sargadelos es también un símbolo de la patria gallega y de la protección de su cultura durante el exilio a mediados del siglo XX.
Imaxe: Sargadelos
La historia de la fábrica de O Cervo
El Marqués de Sargadelos nació en Oscos (Asturias) en 1749 y puede que fuese su carácter emprendedor lo que lo llevó a convertirse en una figura imprescindible en la primera industrialización de Galicia. Antonio Raimundo fue capaz de desarrollar rutas comerciales novedosas como las que unían Ribadeo con Cádiz y con el Báltico, con las que pudo constituir la “Real Compañía Marítima” en 1788.
Ya asentado en Ribadeo, Antonio Raimundo Ibáñez inició a finales del siglo XVIII una de las siderúrgicas más potentes de la época en España. Y es que aquí es donde nació en el mismo siglo el primer alto horno privado de nuestro país. Una instalación que permite la fusión y la fundición de minerales como el hierro, el carbono o la caliza.
De este alto horno salió munición para el ejército, tuberías o ruedas hidráulicas.
Es a comienzos del siglo XIX cuando se inaugura la fábrica de loza de Sargadelos, en 1806. Esta planta estaba situada muy cerca de aquellos recursos que eran necesarios para producir las diversas piezas: arcillas, caolines, leña y arroyos de agua. Cabe destacar, además, la cercanía del puerto de San Ciprián, que les permitiría exportar sus productos a otros lugares muy lejanos y el favor otorgado por el gobierno a Antonio Raimundo Ibáñez de tener el monopolio de la explotación de las minas de cuarzo existentes en ese momento.
Las avanzadas instalaciones industriales creadas para la creación de siderurgia unidas a los excelentes caolines de la zona son los que permitieron crear una cerámica de una calidad con reconocimiento mundial.
La industrialización de la fábrica no cesó con la muerte del marqués: su hijo, José Ibáñez, amplió la producción gracias a la instalación de tres nuevos hornos, la instalación de otros dos pequeños para ensayos y talleres con más de 25 tornos. La evolución de las técnicas es tal, que a comienzos de los años treinta del siglo XIX la fábrica llega a producir 20.000 piezas al año.
En 1835, José Ibáñez se asocia con Antonio Tapia constituyendo Ibáñez y Tapia, y juntos comienzan a fabricar loza fina pintada a mano e introducen nuevas técnicas de estampación y policromía.
Imagen: Sargadelos
La riqueza que trajo la industrialización de Galicia
La fábrica de O Cervo no deja de crecer, ya en 1845, más de 1.000 personas llegaron a trabajar para ella bajo una nueva dirección, la de Luis de la Riva y Compañía. Cuando la familia Ibáñez recupera la gestión de Sargadelos, la calidad de las piezas realizadas disminuye, lo que unido al cese de las inversiones en instalaciones y asesoramiento de ceramistas extranjeros, y a los pleitos familiares llevó al cierre de la empresa en 1875.
Sin embargo, el mito de Sargadelos no acabó aquí, un siglo y medio más tarde, el pintor y ceramista Isaac Díaz Pardo, junto a uno de los grandes nombres del exilio en Argentina, Luis Seoane, decidieron devolver a Galicia parte de su historia y su cultura, perdidas tras la Guerra Civil.
Uno de sus objetivos fue resucitar Sargadelos como símbolo de la recuperación industrial de Galicia en los años 60, enmarcada dentro de la recuperación económica y cultural de Galicia y llevada a cabo gracias a la ayuda de cientos de trabajadores de la fábrica.
En 1972, el perímetro de las antiguas Fábricas fue declarado Conjunto Histórico-Artístico, demostrando que el patrimonio industrial forma parte de nuestro paisaje, de nuestra historia y de nuestra forma de vivir. A día de hoy Sargadelos sigue vivo, apostando cada día por nuevos productos que mantienen la esencia de este icono de Galicia. La fábrica conserva en su ADN el afán por la industrialización, acercándose cada vez más a la Industria 4.0.