La mina de Touro fue utilizada durante trece años por la empresa Rio Tinto para la extracción de cobre. La explotación tuvo lugar entre los años 70 y 80, una época en que la sensibilidad medioambiental era distinta y en la que la legislación no obligaba a la recuperación de los espacios afectados por las labores mineras. Sin embargo, a partir de 1982 la legislación española marcó como obligatorias las restauraciones de espacios afectados por las actividades mineras.
Tras el cierre de la mina, la propiedad de los terrenos se transfirió y, a día de hoy, son cuatro las compañías aglutinadas en el autodenominado Centro de Valorización Ambiental de Touro-O Pino y que son: Explotaciones Gallegas, dedicada a la producción de áridos y a la restauración de terrenos; Tratamientos Ecológicos del Noroeste, centrada en el desarrollo de compostaje y elaboración de tecnosoles; Tecnología y Reciclaje de Materiales, dedicada al reciclaje de plásticos; y el Centro de Valorización Ambiental del Norte, enfocado a I+D+i.
Estas compañías iniciaron en el 89 el análisis de los impactos en el entorno de la mina. Fruto de los estudios llevados a cabo, a finales de los 90 comienzan a aplicar el plan de regeneración del entorno de la mina de Touro en colaboración con un equipo de investigadores del Departamento de Edafología de la Universidade de Santiago de Compostela (USC), liderado por el catedrático Felipe Macías.
Para Felipe Macías, la restauración de la mina de Touro comienza años atrás, con la experiencia acumulada entre los años 80 y 90, cuando él y su equipo desarrollaron sus investigaciones en la recuperación de la escombrera de la mina de lignito de As Pontes y en el diseño del lago que ahora ocupa su lugar. En este municipio de A Coruña es donde nacieron los llamados tecnosoles que sirvieron para recuperar los terrenos. «Era algo que aún no estaba inventado, nosotros les llamábamos suelos artificiales, no sabíamos que cobrarían tanta importancia”, afirma Macías.
Suelos degradados y aguas contaminadas
Macías recuerda que los primeros episodios de acidificación documentados de la mina de Touro datan del año 87, lo que les llevó a él y a su equipo a caracterizar los impactos que la actividad extractiva había provocado en las aguas y en los suelos. “Nos encontrábamos ante un gran problema, con aguas hiperácidas, con un pH menor a 3, hiperoxidantes e hiperconductoras, cargadas de sulfato, aluminio, hierro y manganeso”, comenta Macías. Estas cualidades implicaban más de 500 hectáreas de terrenos inservibles, donde un 1 litro de agua acidificada contaminaba 1.000 litros de agua potable.
Macías aclara que los impactos negativos en el río Ulla apenas existían gracias a la gran potencia de su caudal y que la Ría de Arousa jamás se vio perjudicada. Por contra, los arroyos vecinos a la mina (como el arroyo de Brandelos y otros que desembocan en el río Lañas) se encontraban degradados y desprovistos de vida.
A principios de los años 1990 se iniciaron los primeros trabajos de recuperación de terrenos, pero es en 2002, gracias a los conocimientos previos obtenidos en As Pontes y a los años de análisis del suelo de Touro, cuando Macías y su equipo comienzan a establecer soluciones de calado. Apuestan por la creación de suelos artificiales para neutralizar la acidez, absorber los sulfatos y precipitar los metales.
Tecnosoles y humedales reactivos, una segunda vida para Touro
Con el tiempo y la experiencia, el equipo de la USC comienza a crear suelos más complejos y diseña humedales reactivos mediante cuatro tipos de tecnosoles que basan su composición en las necesidades de cada zona. Estos humedales reactivos funcionan por ósmosis inversa con procesos completamente naturales: neutralización, absorción, precipitación y son capaces de sacar aguas potables.
Macías explica cómo crearon estos tecnosoles o suelos artificiales: “Nosotros imitamos a la naturaleza en la creación de suelos y sabemos que estos tienen materia orgánica viva, materia orgánica en forma de humus y materia orgánica muerta; y arcilla, áridos, arenas, gravas. Y no solo lo juntamos, sino que le damos estructura”.
La restauración a base de tecnosoles se encuadra dentro de la economía circular, en palabras del propio Macías: «Es necesario eliminar la palabra residuo y sustituirla por producto«. En la receta de los tecnosoles, los residuos se convierten en recursos mediante materiales procedentes de escombreras con estériles resultantes de arcillas, pizarras… mezclados con otros desechos de la zona, como residuos orgánicos procedentes de fábricas o de biomasa.
Para obtener tecnosoles que funcionen como suelos naturales no basta con mezclar los componentes, sino que es necesario darle una estructura. «Creamos un suelo que tiene organismos vivos, que funciona como un suelo natural y evoluciona convergiendo con el suelo natural de la zona», explica el profesor Macías.
Estos suelos trajeron consigo las condiciones necesarias para el desarrollo de la vegetación. En la actualidad quedan muy pocos restos visibles de las balsas de residuos y escombreras, que fueron revegetadas con pinos, así como los taludes de los frentes de explotación. Este entorno propició el crecimiento de insectos acuáticos, para después continuar con anfibios y aves como patos o garzas. Por último, para completar la cadena trófica se sumaron predadores como víboras y halcones. «A partir de nuestra solución se creó un ecosistema completo en Touro», señala Macías.
«Gracias a la técnica de los tecnosoles podemos llegar al punto en el que estábamos antes de la creación de la mina e incluso mejorarlo con nutrientes», comenta Macías, que compara estos suelos artificiales con el suero que se le administra a una persona enferma: «Los suelos se van degradando y perdiendo calidad con el paso del tiempo, pierden calcio y magnesio. Nosotros podemos identificar las carencias y curarlas». También señala que es más efectivo aplicar esta técnica antes de comenzar la explotación minera, robusteciendo el suelo para que resista mejor, es mucho más sencillo y económico que hacerlo a posteriori.
La mina de touro no ha afectado a la producción marisquera y pesquera de la ría
A día de hoy la mina de Touro está recuperada al 90%, exceptuando una zona de aguas de salida donde hay organismos extremófilos desconocidos por la ciencia. Según Macías, «es importante dejar esta zona sin restaurar y aprovecharla para investigación, ya que estas arqueobacterias destruyen contaminantes orgánicos muy nocivos (como hidrocarburos o el lindano utilizado para pesticidas)». Dentro del espacio de la mina, se está luchando por neutralizar el grado de acidez de los suelos y las aguas, un problema que no afecta a las aguas de los arroyos y ríos de alrededor, ni tampoco al Ulla y mucho menos, a la Ría de Arousa.
Durante los últimos 50 años en los que se ha registrado actividad minera en Touro, la producción marisquera de la ría de Arousa no ha sufrido ningún incidente de contaminación y tampoco se ha visto mermada. Sin embargo, un estudio científico del equipo de investigación Ecotox, de la Universidad de Vigo, realizado en 2015, sí que ha identificado contaminación muy relevante en la ría de Arousa, en cuanto a químicos residuales urbanas no depuradas, así como de hidrocarburos sin origen definido.
Por su parte, Aguas de Galicia, responsable del control de aguas de la zona, señala de manera recurrente, que los principales motivos de contaminación son los vertidos de aguas urbanas sin depurar, así como los restos de pesticidas y abonos de actividades agrícolas y ganaderas, manteniendo las causas mineras como “difusas u inexistentes”.
La regeneración de la Mina de Touro constituye un caso de éxito reconocido por entidades como APROEMA, la Asociación Profesional de Empresas Medioambientales que ha querido premiar las labores de Tratamientos Ecológicos del Noroeste con el Premio Medio Ambiente 2018 destinado a empresas. Además, Felipe Macías ha recibido el I Premio de Minería Sostenible 2014 en el Foro de Desarrollo Minero Sostenible, y el premio Santa Bárbara 2018 de la Cámara Oficial Mineira de Galicia.
Asimismo, este programa de restauración mediante tecnosoles fue pionero en el marco de la Unión Europea y el precedente de muchas otras restauraciones lideradas por Felipe Macías y su equipo: «La rehabilitación de la mina de Touro está resultando tan exitosa que ya hemos exportando estas técnicas a la rehabilitación de viejas minas de uranio en Salamanca o de oro en Perú», concluye Macías.