Las materias primas minerales se presentan como elementos fundamentales para la economía mundial. El suficiente suministro de estas dentro de unas condiciones de mercado justas es esencial para que una economía funcione y sea sostenible. Por ello, analizar las tendencias que sigue la demanda de materias primas dentro de la producción global de la minería es fundamental para elaborar políticas entorno a la extracción de minerales. Esto puede ayudar a paliar los riesgos de suministro que puedan existir tanto a corto como a largo plazo.
Lo cierto es que las materias primas minerales son un elemento estratégico que asegura la actividad industrial. Este alto riesgo en la falta de suministro viene dado por la creciente demanda de las economías en desarrollo, así como de las nuevas tecnologías emergentes. Porque pese a que la disponibilidad geológica de los minerales es relativamente alta, los desórdenes geopolíticos y económicos pueden llevar a una caída en la extracción de productos minerales.
La actividad minera se ha multiplicado
Desde hace tiempo, en la Unión Europea (UE) el objetivo ha sido reducir la dependencia de materias primas de importación dependiendo de las que se puedan explotar dentro de la propia comunidad. De hecho, se fomenta la creación de nuevas explotaciones que minimicen al máximo esta dependencia. La economía circular dentro de la UE, ayudará, además, a asegurar el suministro de recursos asequibles a largo plazo.
En los últimos años, el volumen de los mercados globales de materias primas industriales y metales preciosos ha aumentado sobremanera, al igual que las cantidades extraídas, que también se han multiplicado. Este aumento se ha producido de forma progresiva: desde 1984, con un total de 9.300 millones de toneladas minerales extraídos, hasta 2016, con 16.900 millones de toneladas.
En 2016, Asia fue el continente con una mayor producción mineral, seguido por Norte América y Europa. En ese sentido, los centros de producción no han cambiado en cuanto a localización desde hace 30 años, pero sí que se empieza a observar una transición hacia otras zonas geográficas, como América Latina y Oceanía.
Este cambio se puede observar en el cambio de los centros de actividad hacia países que se consideran en transición, es decir, aquellos que se encuentran en un proceso de cambio a una estructura más liberal y abierta a los mercados internacionales. Aún así, el peso de la producción minera sigue cayendo en los países desarrollados y en aquellos en vías de desarrollo.
El continente americano es la región que resulta más atractiva para la explotación de minerales. En este sentido, podemos ver cómo tanto países desarrollados, como es el caso de Estados Unidos y Canadá, tienen un importante presencia en cuanto a minería, pero también la tienen países del sur, que se encuentran en vías de desarrollo.
La gran parte del potencial por desarrollar en la industria de la minería está en África. El continente tiene, aproximadamente, el 40% de las reservas de cromo, el 60% de cobalto y el 20% del oro del mundo. Debido a esto, países africanos como la República Democrática del Congo son claves en cuanto al suministro de materias primas, sobre todo con la creciente demanda de productos tecnológicos. Pero el problema radica en cómo construir una gobernanza territorial que promueva las normativas se seguridad que deberían seguirse.
La expansión minera conlleva generar nuevas tendencias y escenarios de transición que permitan salir del modelo minero que se lleva a cabo en países subdesarrollados, principalmente en África, y que son fuentes de creciente conflictividad social, y que no casan con los derechos y normas de seguridad que existen en países desarrollados.
La minería de países en desarrollo
Pero la riqueza de un país en cuanto a reservas de materias primas no equivale automáticamente a un desarrollo económico y social positivo. Incluso en aquellos países en vías de desarrollo que durante los últimos años han sido capaces de generar ingresos gracias al sector extractivo, en muchos casos, no han sido capaces de transformar esas ganancias en beneficios apropiados para el desarrollo.
Aun así, la minería es un motor clave del desarrollo económico para muchos países. Debido a esto, aquellos países que modernizan las leyes mineras y ofrecen un entorno apropiado son las que tienen más posibilidades de atraer la inversión del sector privado para operaciones de exploración y extracción. A su vez, este hecho contribuye a mejorar la economía, aumentando las recaudaciones tributarias, los ingresos por exportaciones, las oportunidades de empleo o el desarrollo de infraestructuras, sobre todo en zonas rurales. Países, comunidades y empresas se enfrentan a un importante reto en este sentido, el de tomar las medidas necesarias para garantizar un enfoque responsable en cuanto a la explotación de recursos minerales.
Si bien muchos países se encuentran en las primeras etapas de reforma del sector minero, todavía hay algunos que pierden gran parte de su potencial económico debido a la ausencia de un marco legal o fiscal adecuado, a las técnicas rudimentarias de producción, de procesamiento y de comercialización. En estos casos el trabajo en la mina suele ser peligroso, insalubre, precario y de bajo rendimiento financiero. Y como estos mineros no tienen como objetivo realizar esta actividad a largo plazo, los métodos de extracción acaban por causar mucho daño ambiental.
Por lo tanto, contar con una buena comprensión de la industria minera y de sus impactos fiscales económicos, sociales y ambientales es primordial para que las actividades extractivas se realicen correctamente y no se pierda el gran potencial económico que proporciona este sector. Por ello, el impulso de esta industria en países desarrollados es tan importante, porque en ellos las actividades mineras están implantadas en la conciencia social de la población y se tienen en cuenta las exigencias de las comunidades en todo momento.
Fortalecer la posición de Europa como líder de la industria minera es el principal objetivo en aras de promover una industria justa y sostenible. Las metas son fomentar el diálogo, la cooperación y el crecimiento de la comunidad, teniendo en cuenta las dimensiones ecológicas, naturales y culturales. Porque la realidad es que la minería en países desarrollados de Europa y América del Norte poco tiene que ver con las ideas preconcebidas de un sector con un fuerte impacto ambiental.
El apoyo a una minería sostenible es un factor clave para el desarrollo económico. Y eso es lo que se hace en la industria minera de los países desarrollados. Las actividades extractivas juegan un papel estratégico en Europa y tiene un gran potencial para contribuir positivamente al concepto de economía circular y para que el abastecimiento de materias primas se haga desde la racionalidad.