Cemento verde: la fabricación sostenible a través de la reducción de emisiones

2022-12-05T17:42:03+01:0005/12/2022|

El término ‘cemento verde’ no es nuevo, pero ha sido en los últimos años en los que ha ido ganando terreno. El motivo, la apuesta por la sostenibilidad en todos los sectores de actividad en Europa. Y los fabricantes de este material, con miles de años de historia en el que su contribución ha sido básica para la construcción de todo tipo de obras alrededor del mundo, también han asumido el reto.

El camino de la reducción de emisiones de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera, con la vista puesta en el alcanzar la neutralidad en 2050, y el de nuevos productos, en los que se investiga desde hace años para contribuir a construcciones cada vez más sostenibles, son dos vertientes del que ya podemos llamar el cemento verde.

Pero no es un camino fácil y todas las miradas están puestas sobre ellos. ¿Por qué? ¿Cuán importante es que la industria del cemento y el hormigón puedan ejecutar su Hoja de Ruta hacia el Pacto Verde?

La industria cementera en España

Pongámonos en contexto. La importancia de la industria cementera española es significativa, aunque la crisis económica de 2009 frenó en seco su extraordinario crecimiento. Desde ese momento, su actividad se ha reducido a mínimos. Está formada, atendiendo a los datos de Oficemen, la Agrupación de fabricantes de cementos de España, por 9 grupos empresariales y más de 30 factorías en las que se elabora esta mezcla de piedra caliza y arcilla.

La Agenda Sectorial del sector cementero español, elaborada en 2018, indica que emplea a unas 4 000 personas de manera directa y 1 800 indirectas, aunque su influencia como sector estratégico alcanza a otros 30 000 empleos ligados a sectores asociados como la explotación de áridos, hormigón, los prefabricados y otras áreas de la construcción.

Dos de estas instalaciones se ubican en Galicia: la fábrica de Cementos Cosmos en Ourol (Sarria, Lugo), perteneciente al grupo Votorantim, con una capacidad de producción de 650 000 toneladas al año de cementos y de 450 000 de Clinker; y la planta de molienda, almacenamiento y expedición de cemento situada en Narón (A Coruña) de Cementos Tudela Veguín, propiedad del grupo empresarial Masaveu, con una capacidad de 600 000 toneladas de cemento al año.

Pero la importancia de la industria cementera va más allá de los datos del propio sector. Desde hace años, el cemento es uno de los principales indicadores del crecimiento de una economía. Señala el avance o retroceso de la obra pública, la apuesta de la iniciativa privada con inversiones y también la salud de la actividad exterior. Los datos recopilados por Oficemen en 2020 reflejan con fidelidad lo ocurrido en el que será recordado por uno de los peores años económicamente hablando a causa de la pandemia.

En el año 2020, el consumo de cemento en nuestro país retrocedía algo más de un 9% anual, situándose en cifras similares a finales de los años 60. La perspectiva en 2021 es algo más positiva y ha enfilado el camino a recuperar los niveles prepandemia, los de 2019, con cerca de 15 000 000 toneladas. Al igual que las exportaciones que podrían volver a rondar los 6 millones de toneladas.

Por qué es importante el impulso al cemento verde

El proceso de fabricación del cemento tradicional, el denominado cemento portland y sus variantes, tiene varios puntos críticos. Comienza en las canteras con la extracción de áridos como calizas y pizarras, principalmente; continúa por su trituración y molienda para, seguidamente, llevarlo a cocción en hornos, cuyas reacciones químicas dan como resultado el Clinker. Este es el componente clave del cemento y el responsable de que se endurezca con rapidez tras su mezcla con agua.

Es precisamente la fase de obtención del Clinker la que más energía necesita, pues debe alcanzar una temperatura de 1500 grados, pero también la que emite la mayor parte de Co2 a la atmósfera teniendo en cuenta todo el proceso.

En este punto se han volcado universidades y empresas privadas que llevan investigando durante años. Una de las líneas de trabajo es la sustitución del tipo de combustibles utilizados en la cocción, que alcancen una energía tan elevada, pero con una menor afectación a la atmósfera. Tradicionalmente se usaban combustibles fósiles como el carbón, un recurso no renovable. En ese sentido, la industria cementera ha servido para valorizar algunos residuos que directamente solo ocuparían un espacio en vertedero, valorizándolos energéticamente.

Captación de carbono y materiales alternativos 

Una recuperación que también alcanza a otros residuos minerales procedentes de diferentes industrias que pasan a formar parte de la materia prima del cemento, que es otra de las áreas a desarrollar. De hecho, se estudia con ahínco cómo reducir o sustituir el clínker, con alto contenido en calcio derivado de las piedras calizas usadas, por otros materiales como escoria de altos hornos, entre otros.

El proceso de modernización de los hornos y la búsqueda de materias primas requerirá, sin duda, un enorme esfuerzo inversor. No hay más que dar cuenta de algunos desembolsos realizados, por ejemplo, en multinacionales francesas y colombianas para obtener productos con una reducción importante de emisiones y con nuevas mezclas dotándolas, además, de Declaraciones Ambientales de Producto.

En otros casos, las administraciones públicas como la Unión Europea están aportando financiación para ayudar a la industria en la búsqueda de materiales cementantes suplementarios con una baja emisión de dióxido de carbono. Hablamos de CemShale CemTower desarrollado por la firma danesa CemGreen y cuyo proyecto de investigación se extenderá hasta septiembre de 2022, o del proyecto Eco Binder que se prueba desde 2018 en Italia, España, Bulgaria y Reino Unido.

Inversiones que también deben soportar, al menos por el momento, el elevado coste eléctrico que sacude a buena parte de Europa y la competencia de otras cementeras, sobre todo de los grandes productores como China e India, sin planes de reducción de emisiones muy claros.

Otra de las líneas de trabajo, que no se puede entender de forma aislada sino en conjunto del resto de medidas, es la captación y almacenamiento del dióxido de carbono generado. El Cembureau, la Asociación Europea de Cemento, indica en varias comunicaciones, que el 42% de la reducción de emisiones de la industria se realizará a través de estas técnicas de captación y reutilización de CO2. Uno de los proyectos financiados por la UE, Cleanker, ha dado buenos resultados evitando, además, alterar la parte los hornos rotativos de las plantas.

Todas estas medidas en mayor o menor medida están en ciernes y por delante menos de 30 años para desarrollar una hoja de ruta que ya ha sido trazada por la industria europea del cemento para alcanzar la descarbonización total y en la que, recuerdan, es necesario el apoyo institucional y políticas activas por parte de los diferentes gobiernos.