Galicia: tierra de aguas mágicas

2020-01-13T16:18:28+01:0013/01/2020|

Galicia es una tierra moldeada por el agua. Arroyos, regatos que serpentean y fervenzas que se rompen al sol dan vida a los mil ríos que vertebran todo su territorio. Su interminable costa, lagunas en calma, humedales o corrientes subterráneas que, cuando asoman, se convierten en infinitas fuentes y manantiales con cualidades casi mágicas… es el eterno ciclo del agua que configura esta tierra.

A determinadas aguas que brotaban del subsuelo se le atribuían bondades terapéuticas, y su uso se consagra por medio de la tradición, que comienza ya en la Prehistoria, dentro de los asentamientos castrexos, para consolidarse durante la dominación romana de la antigua Gallaecia.

Las aguas minerales durante la Prehistoria

Antes de la llegada de los romanos al noroeste de la península Ibérica, el agua ya se utilizaba como método curativo. Los habitantes de los castros contaban con construcciones termales situadas en las zonas más bajas de los castros. Estas edificaciones disponían de un horno cubierto con una cúpula para calentar la estancia a modo de sauna. Además, tenían las estancias distribuidas: atrio o vestíbulo, antecámara, cámara y horno, equivalente al ‘caldarium’, ‘tepidarium’ y ‘frigidarium’ según el que posteriormente se organizarían las termas romanas.

Los romanos heredaron el culto al agua y a sus propiedades medicinales de la Grecia clásica. El uso del baño se convirtió en una necesidad para los romanos que se encargaron de transferirla allí donde iban sus legiones de soldados. En ese aspecto, Galicia fue un verdadero paraíso para los romanos por sus múltiples y variadas fuentes y afloramientos termales. Los restos arqueológicos y el conocimiento aproximado del trazado de las vías romanas en Galicia demuestran el uso frecuente por parte de los romanos de las aguas minerales. Fue durante esta época cuando se crearon un gran número de balnearios, muchos de los cuales siguen en funcionamiento, como, por ejemplo, las Burgas de Ourense o las Termas de Lugo. Además, llama la atención de los sistemas de calentamiento con los que contaban cuando se trataba de aguas frías.

Los siglos oscuros de las aguas minerales en Galicia

El periodo comprendido entre el final de la dominación romana hasta el siglo XVIII se trata de una época oscura para la historia de las aguas medicinales en Galicia. El uso del agua va a experimentar cierto retroceso, aunque su utilidad se mantiene en algunas órdenes religioso-militares como la de los Caballeros de Santiago, que las utilizaron con el propósito de curar sus heridas.

Va a ser durante los siglos XV a XVII cuando volverá a florecer un cierto interés por las aguas minero-medicinales entre las clases aristocráticas interesadas por el termalismo. De este modo, renace el uso de estas aguas así como el interés por su estudio desde un punto de vista científico.

Durante el siglo XVIII van a ser los ilustrados los que influyan en el cuidado de las aguas minerales, una medicación natural de prestigio en la época. Esto le va a dar un gran impulso a la hidrología gallega gracias a promotores, divulgadores o simplemente agüistas. La primera instalación balnearia que trató de potenciar las fuentes minerales de la Galicia de finales del siglo XVIII es la casa do baño de Caldas de Reis. Esta casa, situada en actual solar del Balneario Dávila, contaba con baños anexos hacia los que se canalizaba el agua con fines hidroterápicos.

El resurgir del interés por las aguas minerales

Desde finales del siglo XIX, surge en Galicia, al igual que en otras zonas de España, una inquietud por los balnearios. Los empresarios sienten la conveniencia de preparar las instalaciones adecuadamente para explotarlas al máximo nivel científico y técnico, convirtiéndolos en verdaderos centros de salud y bienestar.

Primero la aristocracia y después la burguesía, van a imponer durante esta época la moda europea de los balnearios para tomar las aguas como punto de encuentro para las relaciones sociales y culturales. De este modo, los balnearios pasan a convertirse en villas termales lo que supone el inicio de los primeros centros con vocación turística.

En Galicia, la iniciativa más ambiciosa en el ámbito de las aguas minerales parte de la burguesía empresarial. Así, cabe destacar tres proyectos de villas termales en el territorio gallego:

  • El proyecto industrial y de ocio de la Isla de a Toxa. A pesar de que es en 1842 cuando se autoriza el primer balneario de A Toxa, no es hasta 1903 cuando el Marqués de Riestra, propietario de la isla, crea la sociedad La Toja para explotar sus aguas y construir un hotel, un balneario, una fábrica de sales y jabones y villas de alquiler. El famoso Gran Hotel fue inaugurado en 1907 y en 1911 se abrió un puente de 400 metros de longitud que unía la isla con O Grove.
  • El proyecto integrador, terapéutico y cultural del Balneario de Mondariz. La historia del Balneario de Mondariz comienza en 1873. Se trata, sin duda, del hecho más impactante de las aguas minerales de Galicia. Ya en 1877 contaba con dos plantas embotelladoras, Mondariz y Fonte do Val, que comenzaron a envasar el agua para que sus agüistas pudiesen seguir gozando de ella en sus propios domicilios. De esta forma, se consiguió una vía de financiación para poder construir años más tarde los grandes edificios de la villa termal. En 1880 se abre la casa de los baños y empieza el turismo termal. El edificio original contaba con dos plantas, la inferior dedicada a los baños y a la toma de aguas, y la superior para alojamiento. Las necesidades que generaban un alto número de personas que se acercaban a Mondariz llevaron a la construcción del Gran Hotel, inaugurado en 1898. Durante décadas fue el hotel más lujoso de la época, además de ser el principal referente del termalismo en España.
  • El proyecto de villa termal de Cabreiroá. Ya en el siglo XIX, el manantial de Cabreiroá era conocido por las propiedades de sus aguas, tanto que hasta fue destino de peregrinaciones. El éxito de la calidad de las aguas minerales fue tanto, que se decidió comenzar a envasarlas en 1906 con el objetivo de enviarlas a quienes las necesitasen. En 1907, José Manuel García Barbón inicia la construcción del Hotel Balneario, que pronto se convertiría en un referente a nivel europeo. Desgraciadamente, con motivo de la Guerra Civil Española, el Hotel Balneario cerró sus puertas, convirtiéndose en un cuartel y hospital militar. Fue reabierto, pero sin el antiguo esplendor, después de la guerra, aunque cerraría definitivamente en 1961. Aun así, nunca dejó de embotellar sus aguas, por lo que el agua de Cabreiroá es considerada como una de las principales aguas minerales de Galicia.

Otros balnearios gallegos se van a ver beneficiados de un importante impulso empresarial de la época. El balneario de Lérez, por ejemplo, contó con una importante producción de agua embotellada, llegando a tener una fabricación diaria de más de 4.000 botellas que pronto se comenzaron a exportar fuera de España. Además, se promovieron balnearios como el de Guitiriz, Cuntis y Calda de Reis, o Sousas.

La explotación de las aguas minerales

El aprovechamiento industrial de las aguas minerales a finales del siglo XIX y principios del XX se reduce, al principio, al embotellado, que, por sus propiedades minero-medicinales, estaba regulado y se vendía en farmacias. Con el tiempo, se comenzaron a comercializar sales minerales. Este producto solo se vio en Catoira, con la marca Torres de Oeste y en A Toxa. Esta última, gracias al prestigio de su marca como lujosa villa termal, terminó por “embotellar sus sales”. La nueva época en A Toxa se simbolizó con la creación de la primera pastilla de jabón “La Toja” en 1904, convirtiéndose en el segundo producto de la marca.

Los balnearios gallegos durante el siglo XX

Hasta comienzos del siglo XX, el aprecio por la capacidad sanadora de las aguas minerales va a dar lugar a la aparición de numerosos centros termales, muchos de los cuales entraron en declive o desaparecieron en la segunda mitad del siglo.

Tras una época de crisis, en el año 1985 una serie de empresarios del sector termal constituyeron la Asociación Galega da Propiedade Balnearia con el fin de trabajar unidos por la recuperación de la enorme riqueza minero-medicinal de Galicia. En la década de 1990 los balnearios gallegos reformaron y ampliaron sus instalaciones al mismo tiempo que se fueron construyendo otros nuevos.

Ese afán por recuperar la cultura de las aguas minerales gallegas permite que se pueda hablar de una etapa de renacimiento y popularidad de los balnearios en la comunidad. El creciente culto al cuerpo y a la salud, la aparición de una oferta variada, una demanda no dependiente de la climatología hace que el sector encare el futuro con optimismo.

Galicia cuenta con una enorme riqueza minero-medicinal en su suelo. Están catalogadas más de trescientos manantiales de aguas minerales, 20 de los cuales son usados en balnearios, que van a actuar como dinamizadores económicos, tanto a nivel local como autonómico. Además, las modernas instalaciones con las que ahora cuentan los balnearios que cuentan con personal altamente cualificado, sumado a la calidad de las aguas minero-medicinales, es la garantía de que Galicia sigue siendo un referente de prestigio cuando hablamos de turismo termal.