¿Se pueden agotar los minerales?

2020-11-25T17:39:28+01:0025/11/2020|

La explotación de los recursos del subsuelo a cargo de iniciativas mineras presenta en algunas ocasiones discusiones en torno a la disponibilidad de los minerales. La necesidad de materias primas hace que la sociedad busque continuamente nuevas fuentes para aprovisionarse. Y con ello surgen preguntas: ¿Conocemos realmente las reservas minerales del planeta?¿Se pueden agotar los minerales? ¿Pueden extinguirse los minerales si hay una sobreexplotación? Sin embargo, este puede ser un enfoque totalmente equivocado de ver el problema.

La corteza terrestre está llena de minerales, cantidad que nunca llegaremos a consumir. La minería significó hace miles de años el inicio de la civilación y la humanidad ha explotado en cada momento las materias primas que necesitaba para su subsistencia.

Pese a la explotación realizada durante todos estos años, no se ha agotado nunca ningún mineral. Debido a la sobreexplotación por parte del ser humano, han podido desaparecer especies, animales o vegetales, pero nunca ha desaparecido de la tierra un mineral.

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Los datos sobre reservas de minerales son bastante difusos, ya que las disponibilidades de un país y del mundo corresponden a las reservas declaradas por las empresas del mineral que se explota. Es decir, los recursos potenciales se calculan en base a la extrapolación geológica de áreas mineralizadas ya conocidas. Sin embargo, por razones estratégicas y comerciales, no toda la información se hace pública. Por ello, cuando se habla de reservas disponibles, se realizan aproximaciones fundamentadas, pero sin precisión.

Además, al hablar de reservas disponibles de recursos del subsuelo, se hace referencia a lo conocido y estimado, pero no se puede hacer sobre lo desconocido y lo que podría obtenerse con nuevas técnicas. Por ejemplo, la minería submarina podría permitir el abastecimiento si se encuentran formas sostenibles de operar, lo mismo que la minería espacial. Por no hablar de perforaciones ultraprofundas que permitirían acceder a recursos minerales que están fuera del alcance de la tecnología minera actual.

Es imposible demostrar un agotamiento total sin comprobar antes hasta el último rincón subterráneo del planeta. Sin embargo, antes de hablar de extinción, habría que hablar de rentabilidad. Si el precio de venta de las últimas existencias fuese prohibitivo y, por tanto, la industria no pudiera obtener ningún tipo de rédito de los productos fabricados a partir de estos materiales, se pasaría a alternativas económicamente viables.

En los años 80, se frenó la actividad minera para la extracción de criolita utilizada en el procesamiento del aluminio, porque las reservas existentes eran insuficientes para un uso minero. Y lo que hizo la industria del aluminio fue empezar a utilizar un sustituto sintético.

Una cuestión de acceso a los minerales y no de reservas físicas reales

En lugar de pensar en cuántas toneladas quedan en la Tierra de determinados minerales, se debe realizar una aproximación basada en la facilidad con la que se accede a tal recurso, así como de la demanda en el mercado para esta materia. Por consiguiente, la rareza se convierte en una cuestión más bien de disponibilidad en lugar de las reservas físicas reales.

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Para empezar, algunos recursos como el indio, que encontramos en pantallas de ordenador y teléfonos inteligentes, son subproductos de las minas de zinc. No existen minas específicas de indio porque se da en cantidades tan pequeñas que la minería exclusiva para este mineral resulta inviable. De este modo, si se reduce la demanda de zinc, pongamos, porque la industria automovilística pasa de carrocerías de acero a carrocerías de aluminio, tal y como ha hecho recientemente, entonces esta situación afectaría al indio.

A veces se utiliza el término alemán Gewürzmetall (metales especias) para hacer referencia a determinados recursos, porque al igual que una pizca de canela o azafrán, que define el sabor de un plato, estos materiales conforman únicamente una pequeña proporción de un dispositivo electrónico, pero son esenciales para el funcionamiento del mismo.

El paladio, utilizado como condensador en teléfonos móviles, conforma solo 0,015% de la composición de estos dispositivos. Por ello, la industria de la telefonía móvil consume unas 15 toneladas al año de este metal raro. Si tenemos en cuenta que el paladio también se utiliza en el sector automovilístico, la industria joyera, dental, sanitaria y electrónica, la competencia podría hacer subir los precios y la oferta se quedaría corta.

La política también puede entrar en juego. La mayor parte del suministro de tierras raras procede de China. En 2019, a causa de las tensiones comerciales con EE.UU, este país decidió reducir las exportaciones de estos elementos. La consecuencia fue que el precio de las tierras raras, así como el precio de los bienes derivados de los mismos, ha aumentado. No es que el resto del mundo no tenga reservas, sino que en ocasiones estas no se pueden explotar por los interminables trámites de apertura existentes o por decisiones arbitrarias que nos están basadas en criterios técnicos.

EE.UU alberga el 38% de las reservas mundiales de tierras raras, pero sólo hay una mina al sur de California (que cerró durante varios años debido a la competencia de China) que los esté produciendo actualmente.

Además de los países que establecen sus propias restricciones a las exportaciones, los conflictos pueden repercutir en la disponibilidad de los recursos. Una guerra en la República Democrática del Congo podría afectar a la oferta mundial de coltán, por ejemplo, un mineral crítico para la tecnología de los smartphones.

Aunque no hay ningún mineral lo suficientemente escaso como para desaparecer por completo, sí que las diferentes industrias buscan alternativas al incremento de las demandas y de los precios. Por ello, la industria de las baterías está investigando la posibilidad de disminuir la cantidad de litio necesario para almacenar energía, así como emplear otros elementos como el sodio. Si lo consigue, la demanda bajará y las reservas conocidas podrán abastecer a la industria durante más años.

Si el mundo empezara a reciclar al máximo y combinase este esfuerzo con las nuevas tecnologías para una localización, extracción y distribución eficientes de los recursos que necesitamos, sería posible que las materias primas nunca presentasen signos de agotamiento.