Galicia siempre es un buen plan. Las soleadas Rías Baixas y las salvajes Rías Altas, la Catedral de Santiago de Compostela, la zona vieja de Pontevedra, los Cañones del Sil, y por supuesto, la gastronomía son algunos de los atractivos para los miles de turistas que visitan Galicia año tras año. Sin embargo, hay un turismo desconocido por muchos, pero lleno de matices: el turismo minero.
¿Pero qué es el turismo minero? Son actividades que revalorizan y dan a conocer regiones con gran pasado minero y una geología peculiar (y de eso en Galicia tenemos bastante). Puede que te parezca que este tipo de turismo está reservado a los apasionados de la geología o a nostálgicos trabajadores de las antiguas minas, pero el turismo minero puede resultar enriquecedor y divertido para cualquier persona que busque explorar nuevas experiencias, conocer parajes naturales, practicar senderismo y ahondar en la historia de Galicia.
Son muchas las rutas gallegas que dan a conocer paisajes únicos desde el punto de vista geológico e industrial, con minas, canteras, plantas de beneficio de minerales y otras instalaciones mineras, incluso auténticos poblados en los que llegaron a vivir los trabajadores de las antiguas minas.
El turismo minero es una forma de rehabilitar y darle una segunda vida a antiguas explotaciones mineras que ya forman parte de nuestro patrimonio como nación.
Hay restauraciones mineras tan ambiciosas como la del lago minero de As Pontes, cuya playa obtuvo la bandera azul los veranos de 2021 y 2022, que revalorizan las comarcas en las que se asientan mediante la búsqueda de nuevos usos. Sin embargo, hay otro tipo de acciones que revalorizan las comarcas precisamente desde el mantenimiento de las antiguas explotaciones, creando una especie de cápsula del tiempo en la que el visitante puede acceder al tráfico de wolframio con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial o a la minería del Imperio Romano que dejó huellas en nuestro paisaje que perduran desde hace 2.000 años.
Estas antiguas explotaciones se localizan precisamente en zonas rurales que suelen estar castigadas por el abandono y la despoblación, por lo que una segunda vida para la mina se puede convertir en una segunda vida para la comarca a través del turismo.
Aquí os proponemos 4 planes diferentes para que disfrutéis del pasado minero y geológico de Galicia.
1. Minas de wolframio y estaño de Fontao (Vila de Cruces, Pontevedra)
El valle del río Deza está atravesado por un viaducto del tren de alta velocidad, y desde este puede observarse el Pico Sacro –el gran pico de Santiago de Compostela- y también unas curiosas edificaciones, que no son otras que el poblado minero de Fontao. En esta zona se extraían dos minerales estratégicos para Europa, sobre todo en contextos bélicos: estaño y wolframio.
El poblado fue reformado por la Xunta en 2010 y convertido en una urbanización residencial y museística, que pone de nuevo de actualidad la apasionante historia de la que fue una de las minas más punteras de Europa en estaño y wolframio durante la Segunda Guerra Mundial.
Es bueno recordar que el nombre de Fontao se debe a la abundancia de fuentes y al manantial de aguas termales muy concurrido desde tiempo inmemorial.
La historia de la mina es apasionante. La etapa inicial, en la que se realizaba el trabajo de forma rudimentaria, fue seguida por la incorporación de los conocimientos mineros importados por los propietarios ingleses y franceses.
Las minas de Fontao se explotaron durante 90 años, y fue a finales del XIX cuando el ingeniero británico Henry Winter Burbury se hizo con la propiedad e impulsó la actividad minera, iniciando una etapa de prosperidad en Vila de Cruces. Esta localidad jugó un papel determinante en la economía nacional y en el devenir de las grandes guerras en Europa. Sus vecinos obtenían estaño y wolframio con el que se construía material bélico.
En torno a la mina de Vila de Cruces se dieron cita grandes empresarios, ingenieros, aventureros, espías fugitivos y presos republicanos. A Fontao llegaban presos políticos obligados a realizar trabajos durante la Dictadura. Tal era el nivel de actividad que en 1956 los dueños construyeron todo un poblado minero alrededor de las galerías. Incluía viviendas, un campo de fútbol, una escuela, un cine y una iglesia. Apenas cinco años después se iniciaba el cese de los trabajos y en 1974 se echaba el cierre definitivo.
Hoy en día aún pueden visitarse un conjunto de labores e instalaciones mineras en un excepcional estado de conservación, elementos que constituyen un legado material e inmaterial que debe ser puesto en valor al objeto de recuperar un importante capítulo de la historia de minera de Galicia.
2. Ruta del Toelo (Moeche, A Coruña)
Esta ruta se encuentra en el “Complejo de Cabo Ortegal”, una zona de relevancia internacional, caracterizada por un conjunto de materiales que viajaron desde el interior de la Tierra hasta la superficie como resultado de una importante colisión entre continentes hace 350 millones de años.
Esta ruta ha permitido a geólogos de todo el mundo conocer un poco más sobre las entrañas de nuestro planeta. La zona está constituida principalmente por serpentinitas, conocidas entre la población local como “Toelo”, un material muy escaso a nivel mundial, siendo la India el único país que produce un mineral semejante.
Los visitantes que se acerquen a esta localidad coruñesa podrán recorrer una ruta de una gran belleza natural para conocer paso a paso diversas canteras que mantuvieron la economía local durante siglos. La primera de ellas, la cantera de Rañal, pequeña explotación artesanal de Toelo en la que aún se pueden apreciar sus frentes y que durante el siglo pasado permitió extraer varios bloques para su uso como roca ornamental en Ferrolterra y Ortegal. Siguiendo la ruta marcada es posible encontrar otras canteras de mayor tamaño: Penas Albas, A Nogueira, A Caleira y la de Ferrarías.
En la Ruta de Toelo es posible visitar también la última mina subterránea de cobre explotada en Galicia: Mina Piquito, que clausuró su actividad a finales de los 60. En la actualidad es posible hacer una visita guiada que organiza el Concello de Moeche durante Semana Santa y los meses de verano.
Pero no todo son canteras y minas en esta ruta turística, los visitantes también pueden acercarse al castillo de Moeche, importante construcción del S XIV, es visitable y sus muros y paredes muestran una completa variedad de rocas, propias de la zona, como esquistos verdes, Toelo, cuarcitas y granitos.
3. Ruta de Vilaoudriz (Lugo)
La ruta discurre a través de una serie de materiales que forman parte de una región geológica que se denomina Zona Asturoccidental Leonesa. Esta área está dividida en diferentes sectores (dominios), uno de los cuales es el del Manto de Mondoñedo, en el que se localiza esta ruta geológica. Destacan tres minas: Mina Vierio, O Boulloso y Mina Consuelo.
En esta ruta puede observarse el pasado industrial lucense, con instalaciones como la de los hornos de Vilaoudriz, el mayor conjunto de hornos de calcinación del noroeste peninsular y que fueron edificados en diferentes etapas de la explotación minera. Dos están realizados en ladrillo, los más antiguos, y los tres restantes, en mampostería. Tienen 11 metros de altura por 4 de diámetro, y cuatro bocas de carga. Junto a ellos también se conserva una bocamina desde donde llegaba el mineral de Mina Vieiro, un depósito y una recreación del trazado del tren minero. Sí, has leído bien, el tren minero, un conjunto de vagonetas que transportaban el mineral.
De este tren minero es posible visitar el túnel minero O Boulloso de 200 metros de longitud (por lo que se recomienda llevar limterna), antigua vía de comunicación para las vagonetas que transportaban el mineral que llegaba del tranvía aéreo, procedente de Mina Consuelo, a los depósitos de O Boulloso.
4. Minas de Brués (Ourense)
En Brués (Boborás, Ourense) se desarrolló minería de oro y arsénico entre los años 1930 y 1950, aunque muchos indicios sitúan los inicios de actividad en la época celta y romana. El interés geológico del yacimiento se complementa con la belleza del paisaje y la posibilidad de visitar la Iglesia de San Pedro de Xurenzás (S.XIX) y el castro celta del paraje Os Castros.
Los trabajos mineros se localizan en torno al contacto entre el granito de dos micas (moscovita, de color claro, y biotita, de color negro) de grano grueso del Macizo de Boborás y los esquistos, cuarcitas y pizarras oscuras del Grupo de Nogueira (Ordovícico). En la zona visitable, un conjunto de filones de cuarzo de hasta 2 metros de potencia presentan una mineralización de arsenopirita y oro.
El desarrollo de la explotación se realizó mediante galerías a distintos niveles sobre el mismo filón, con pozos de comunicación entre ellas, que a día de hoy aún se pueden observar en el paisaje. Se fortificaban mediante troncos de pared a pared (estemples adintelados) que se cubrían con tablas de madera (latones) para formar un piso (camada) para el tránsito, excavación y arranque del mineral.
El mineral se extraía por los pozos y galerías inferiores. No se llegó a mecanizar significativamente las minas y tan solo se pasó de extraer el mineral en carretillas a hacerlo en vagonetas por raíles de hierro.
Estos son solo 4 puntos en la historia minera de Galicia, en los que además de conocer un poco más de nuestras entrañas industriales es posible disfrutar del paisaje, la gastronomía o los balnearios y establecimientos termales.
Pero el mapa gallego está salpicado de rutas de turismo minero, que hablan de los orígenes de la Tierra y de los orígenes de nuestro rural. En este link podrás conocerlos un poco mejor.