La explotación de los recursos mineros no es una actividad inusual o moderna en Galicia. Desde hace milenios los seres humanos extraen minerales y rocas del suelo y del subsuelo. Uno de los ejemplos más claros de ello, que ha llegado a nosotros gracias a la abundante investigación científica realizada en el siglo XXI, se encuentra en la mina de San Finx, en el concello coruñés de Lousame, muy cerca de la Ría de Noia y de sus ricos bancos marisqueros.
Los yacimientos mineros de Galicia están en la historia universal de la minería desde la edad del bronce hasta hoy. San Finx tiene una especial relevancia en esta larga historia. En la península del Barbanza se extrajeron durante siglos estaño, wolframio, granito, berilo, cuarzo, grafito y hierro en decenas de pequeños establecimientos mineros repartidos por toda la zona. La maleza y el abandono una vez extraído el mineral han cubierto a la mayoría.
Según distintas investigaciones llevadas a cabo por la Cámara Oficial Mineira de Galicia (COMG), el yacimiento minero de estaño en San Finx está presente en la historia universal de la minería desde la Edad del Bronce. En esa época ya eran conocidos los suficientes fundamentos de minería como para identificar las rocas importantes, extraer y separar los metales. La actividad minera de la zona está acreditada por referencias documentales, toponímicas, e incluso indicios de labores superficiales que se asocian a antiguas técnicas extractivas.
La llegada de la Edad del Hierro, que representa un cambio global, llevará a reducir las demandas ordinarias de estaño como aleación para fundir bronce, por lo que la actividad minera decae en San Finx. No se recuperará hasta la baja Edad Media, cuando se inician las peregrinaciones masivas a Santiago de Compostela, ubicada a sólo 35 kilómetros de la mina.
Picheleiros, con estaño de San Finx
La orfebrería, platería y trabajo del estaño floreció al final del Camino, que se surtió de materiales de San Finx para joyas y utensilios de metal que hicieron el viaje de vuelta con los peregrinos. Los objetos de estaño eran elaborados por artesanos llamados picheleiros, nombre popular con el que se conoce aún hoy en día a los habitantes de Santiago de Compostela. El vocablo pichel procede del francés antiguo pechier y designa un “vaso alto y redondo, ordinariamente de estaño”. Con el auge de las peregrinaciones, el estaño de San Finx no era suficiente para cubrir la demanda de los artesanos, por lo que se complementó con mineral de Ourense y de Inglaterra.
El tercer periodo histórico de San Finx, ya perfectamente documentado, se extiende desde 1884 hasta la actualidad. A finales del siglo XIX, el proceso de industrialización interno de Galicia deriva en una reactivación de la demanda de estaño, especialmente usado en la preparación de hojalata y soldadura en la incipiente industria conservera gallega. También tienen importancia las condiciones de la demanda internacional de metales estratégicos, como el wolframio o tungsteno, descubierto sólo cien años antes.
En esta situación, y siguiendo un proceso parecido al de otros establecimientos mineros españoles, se produce una importante inversión de capital británico para la explotación de la mina de San Finx mediante sociedades limitadas y técnicas mineras vanguardistas.
La actividad minera en distintos pozos perfectamente organizados genera una importante demanda de mano de obra a principios del siglo XX, llegando la mina a dar empleo estable a 400 personas. Va surgiendo un poblado minero con las dotaciones e infraestructuras: electricidad, agua, jardines, escuela, gerencia, asistencia sanitaria, etc. Esta actividad, que se realiza bajo condiciones laborales muy duras, viene a traducirse también en tensiones sociales, pudiendo datar en 1918 la aparición en San Finx de uno de los primeros movimientos sindicales de Galicia.
La evolución de una mina estratégica durante la II Guerra Mundial
Poco después del final de la Guerra Civil española, en 1940, se disuelve la sociedad británica, y la mina pasa a ser propiedad de una empresa de capital español.
Durante la Segunda Guerra Mundial, San Finx se convierte en un foco industrial de interés estratégico con motivo de la fiebre del wolframio. El wolframio (denominado también tungsteno) se usaba para blindar la punta de los proyectiles antitanque y la coraza de los blindados. La población flotante crece hasta más de 1.000 personas que explotan superficialmente y de manera no profesional el wolframio (mineros de monte) para venderlo a la propia mina e incluso a agentes de los gobiernos británico o alemán en forma de contrabando.
Después, y tras superar la demanda extraordinaria de wolframio, la producción se estabiliza con distintos altibajos, interrumpiéndose en 1990. El precio del estaño y del wolframio en los mercados internacionales se desplomó, convirtiendo a la mina de San Finx en un activo sin rentabilidad.
Esta explotación irregular, con técnicas obsoletas y sin legislación ni sensibilidad ambiental alguna, no impidió nunca que la comarca del Barbanza y la rica Ría de Noia sigan hoy siendo abundantes en recursos naturales e incluso alberguen uno de los seis parques naturales de Galicia en su territorio (Dunas de Corrubedo). Así se puede demostrar la compatibilidad entre la actividad minera y la pesquera y marisquera en un entorno natural.
La viabilidad de San Finx en el siglo XXI
Con el paso del tiempo, la reactivación del precio de estaño y wolframio, así como la aparición de técnicas mineras novedosas y eficientes, volvió a situar a la mina de San Finx en el umbral de la rentabilidad. El mineral de tungsteno que alberga el terreno volvía a ser valioso.
El wolframio o tungsteno se considera desde 2024 en la Unión Europea como una de las 34 materias primas estratégicas debido a que «se espera que crezca su demanda de forma exponencial y cuyas necesidades de producción son complejas y que, por tanto, corren mayor riesgo de sufrir problemas de suministro”.
El principal motivo es la alta dependencia del mercado asiático que supera el 80% de la producción mundial. En toda Europa sólo tres países: España, Portugal y Austria, reúnen los principales yacimientos de wolframio o tungsteno y están produciendo actualmente un 2,8% de la producción mundial, siendo el potencial de Galicia muy superior a esta cifra.
Debido a esta alta necesidad de wolframio en la UE, la mina de San Finx recibió autorización para iniciar los trabajos previos a su reapertura en 2015. Durante años, la empresa Tungsten San Finx, propiedad de la cotizada española Sacyr, realizó trabajos de acondicionamiento en parte de las instalaciones. Se realizó investigación para conocer la magnitud de las reservas, adquisición de maquinaria moderna y desarrollos para poner en funcionamiento un pozo minero. Sin embargo, estos trabajos sufrieron una suspensión completa a finales de 2017.
Desde ese momento, como sostiene la Cámara Oficial Mineira de Galicia (COMG), “al no haber actividad minera, las aguas rebosan desde las galerías subterráneas (que están completamente inundadas) y afloran a los cauces naturales sin supervisión y control de Augas de Galicia (Xunta de Galicia). Las aguas subterráneas y de escorrentía a su paso por la zona mineralizada erosionan la roca y se cargan de metales como el zinc o el cadmio de manera natural”.
En 2022, Sacyr decidió deshacerse de su negocio minero y transfirió el activo (la empresa Tungsten San Finx), a otra sociedad, que a su vez lo hizo a una tercera en 2023.
Autorización de vertidos en 2023
En febrero de 2023, la Xunta de Galicia autorizó un plan de vertidos supeditada a unos condicionantes exigentes que implicaban la construcción de una depuradora de las aguas residuales industriales procedentes de la explotación minera de estaño y wolframio.
Así explicaba y defendía el proyecto la COMG en septiembre de 2023: “Es necesario construir la planta depuradora exigida por la Xunta de Galicia. Este proyecto, contra el que hubo gran oposición, que corrige estos altos niveles de metales en las aguas, es necesario e imprescindible para evitar el vertido de aguas no tratadas”.
“La construcción de una planta de tratamiento es la única solución a esta presencia de elementos en las aguas del entorno que se produce de manera natural. Este plan de desagüe de las galerías de la mina fue estudiado de manera escrupulosa por los técnicos de la Xunta de Galicia durante años y marca unos plazos y unos requerimientos que deben ser cumplidos para que el proyecto minero avance”.
La autorización de febrero de 2023 establecía un plazo para la finalización de las obras correspondientes a los sistemas de tratamiento y evacuación de las aguas residuales, plazo que luego fue ampliado, pero no cumplido. Por ello, debido a los reiterados incumplimientos de plazos, Augas de Galicia (Xunta de Galicia), decidió revocar la autorización en abril de 2024 e iniciar el expediente de caducidad del permiso de explotación de la mina de San Finx, lo que impedirá su explotación.
El estaño y el wolframio de San Finx deben ser aprovechados bajo criterios sostenibles primando el beneficio social. Son múltiples las iniciativas de organismos públicos europeos que reclaman un mayor desarrollo de la minería sostenible para abastecer de materias primas a la industria. De hecho, el wolframio está en la lista de materias primas estratégicas de la UE, materiales sin cuyo abastecimiento, la industria podría colapsar.
En la actualidad, algunos edificios de la antigua explotación han sido recuperados como centro de interpretación y pueden ser visitados como el Museo Minas de San Finx. Se trata de un uso compatible con el de la actividad minera puramente extractiva.
Este artículo es una actualización de otro publicado con el mismo título en 26/12/2019 que añade datos y amplía información.